Nº 153 A mis padres en el cincuentenario de una dedicatoria (1974-2024)

Gracias a mi hija Berta, quién localizó el pasado mes de diciembre en mi desordenada biblioteca -colocada en la que fue su habitación en nuestro domicilio familiar de Madrid- una edición española de 15 de julio de 1966 de la Biblia de Jerusalén, de Desclée de Brouwer, dirigida por José Ángel Urieta, 1696 páginas y 8 de mapas  en la que se contienen las  versiones completas de los textos  del Antiguo y del Nuevo Testamento, revisión  de los mismos y la revisión  literaria por el secretario de redacción Luis Aguirre y autor de la traducción directa del francés, de notas, introducciones y apéndices, en las que colaboraron profesores y estudiantes del seminario diocesano de Bilbao y del Teologado Claretiano de Salamanca.

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Una muy bonita dedicatoria “con mensaje”

La grata sorpresa. que encontré al abrirla, con la dedicatoria escrita con la bonita y clara letra de mi madre, datada en enero del Año Santo 1974, hace ya medio siglo, en la que literalmente se decía:

<< ¡Oh, Dios Mio ¡Dame la serenidad para aceptar las cosas que yo no puedo cambiar; dame el valor para cambiar las cosas que yo puedo cambiar; y la sabiduría para discernir unas y otras!>>

Con esta bella oración y un fuerte abrazo te enviamos esta hermosa Biblia. Tus padres. Enero-Año Santo 1974.

Debo confesar , que no recuerdo, ni me consta que comentase con mi madre -tampoco con mi padre o algunos de mis hermanos la hermosa dedicatoria – en ninguna posterior ocasión o circunstancia y tampoco con otras personas ajenas al estricto ámbito familiar, ya que lamentablemente ese libro y dedicatoria durmieron estos cincuenta años en sucesivos cambios y traslados , aquí en Madrid y en Sevilla entremezclado entre otras muchas lecturas programadas de diversas obras y temáticas, que nunca se cumplieron, desde que comenzé a preparar en Sevilla – años 1992-1993- la tesis académica sobre la Jurisdicción de Orden Público y las múltiples represiones de la dictadura franquista, en la que todos mis esfuerzos investigadores y lecturas estaban relacionados con dichos temas represivos en la historia de España.

Hoy y ahora, lamento profundamente no haber hecho un hueco en mis múltiples y variadas lecturas para poder acercarme a uno de los relatos religiosos más antiguos y venerados del mundo.

Esta extemporánea constatación tras el medio siglo transcurrido, próximo a cumplir mis primeros ochenta y un años, me produce una sensación de profunda tristeza y de ingratitud por mi parte para con los autores de la dedicatoria y también, la de mi propia vida, como ser humano viviente y pensante.

He hecho un gran esfuerzo para “contextualizar este original regalo” en el tiempo-enero de 1974, Año Santo Compostelano- y situación concreta en la que vivíamos y las relaciones existentes entre mis progenitores, ellos antes de su fallecimiento, residían habitualmente en Algeciras y yo aquí en Madrid, de ahí y por esto la Biblia me fuese enviada a la capital.

En el 1974 continuaba viviendo y trabajando como abogado laboralista en el despacho de la calle Cruz 16 – a punto de ultimar el traslado al despacho de la calle Alcalá 151-6º, junto a María Luisa Suarez Roldan y Maria Teresa Garcia Rodriguez- entonces compañera y hoy esposa, después de haber sufrido y padecido, circunstancias y acontecimientos que no se olvidan fácilmente. Pero el relato de estos me alejaría del objeto y pretensión centrada en exclusividad, en hablar de mis progenitores.

Mis padres vinieron a visitarme a la cárcel de Carabanchel en octubre del 1973, al igual que habían hecho en la anterior condena de un año de prisión por propaganda ilegal dictada por el TOP, en todas las prisiones por las que hube de pasar (abril-mayo del 1968 en la de Algeciras, y (marzo a noviembre del 1969) en las de Carabanchel, Jaén y Segovia, lo que es un dato muy importante en mi biografía y ha quedado marcado como extremo muy significativo, del trato cariñoso que siempre recibí de mis progenitores.

Lo que puso de manifiesto -que ellos dos supieron “ asumir y sobrellevar” con valentía , entereza y dignidad, lo que era ver a un hijo preso detrás de las rejas, aunque el motivo estuviera aparentemente justificado por razones de tipo político-profesional, pese a las divergencias de tipo religioso e ideológico, ya que eran creyentes católicos practicantes, seguidores pasivos del régimen entonces vigente y yo agnóstico desde los catorce o quince años, seguía desde 1963 como militante activo del PCE, lo que nunca fue impedimento para nuestras buenas relaciones familiares y la permanente ayuda material y moral que me prestaron, para estudiar las licenciaturas de derecho y sociología en Granada, Madrid y terminar cuando me expedientaron académicamente en la Universidad de Valencia.

Una vez más, tengo que lamentar, las poquísimas referencias que conservo acerca de sus respectivos pasados, sé que nacieron en el 28 de agosto del año 1910 – mi padre en Málaga y el 13 de enero de 1913 mi madre en Vélez Málaga, farmacéutico él y maestra ella, que tuvieron once hijos, de los que sobrevivimos ocho- hoy quedamos con vida seis -que vivimos sucesivamente en Torremolinos, Ronda, Rio-Martín, Tetuán -en el llamado Protectorado Español en el Norte de Marruecos- y por último en Algeciras.

Ignoro prácticamente casi todo lo relativo a cómo se conocieron, cuándo y dónde se casaron, así como dónde vivieron después del matrimonio y en qué circunstancias durante la contienda civil de 1936-1939, pues fueron escasísimas las confidenciaseis que ellos nos hicieran en vida, al igual que pocas o ninguna pregunta sobre dichos temas por nuestra parte.

Recuerdo que celebraron felizmente sus bodas de oro en mayo de 1990 – de lo que deduzco que contrajeron matrimonio en el año 1940- junto a todos sus ocho hij@s, respectivos consortes y entonces quince nietos niet@s en el Refugio de Juanar – situado en la Sierra Blanca a media hora de Marbella, en Ojén, muy cerca de Coín- Málaga-, donde mi padre tuvo la primera farmacia, antes de trasladarse a Torremolinos.

Allí nos concentramos todos creo recordar un fin de semana, corriendo mis padres con todos los gastos. Los tres siguientes documentos son recuerdos y testimonios gráficos de ese encuentro familiar.

Fotografía con mi madre, mi hermana mayor María Teresa, su hija Mari Carmen en la comida de la celebración de las Bodas de Oro, en mayo de 1990, Refugio de Juanar, Ojén (Málaga)

He tenido personalmente unas experiencias profesionales muy emotivas, en algunas de ellas, creo haber logrado que sintieran abiertamente orgullo y satisfacción de ver y comprobar que su hijo se convertía en una persona de “Orden”, como fue la toma de posesión y promesa como Magistrado en la Audiencia Territorial de Granada en enero de 1991.

En la que, por cierto, pese a que la Constitución reconoce que España es un país laico, en dicho acto también había que “jurar” o “prometer”, como yo hice ante una Biblia abierta con un grabado de un crucifijo y otro de marfil en gran tamaño encima de la mesa.

Por respeto a mis padres creyentes que estaban presentes en la ceremonia no exigí al presidente de la Audiencia y al mismo tiempo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que se cumpliese formalmente con lo dispuesto en la Carta Magna y se quitasen los símbolos religiosos católicos.

Nunca me he arrepentido de haber tomado esa sensata decisión, que, sin duda alguna, habría ocasionado un gran disgusto a mi familia y al resto de los participantes, incluidos otros Magistrados que también tomaban posesión y todos ellos ejercieron su legítimo derecho jurando.

Con mis padres en la toma de posesión y promesa como Magistrado de lo Social, en la Audiencia Territorial de Granada, sede de la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Enero de 1991

Algunas otras, a pesar de haberlas vivido con profunda tristeza y contradicción, como la de estar presente en el momento de sus respectivos fallecimientos, el primero de mi madre ocurrido en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz – donde trabajaba como médico de urgencias mi hermano Fernando- el 22 de octubre de 1992 y el de mi padre, en la madrugada del primer día de enero del año 2.000 en el Hospital de la Seguridad Social de Algeciras.

Considero que fue un triste privilegio el estar presente en la muerte de los dos, en el de mi madre, acompañado por mi cuñada Tere la esposa de mi hermano menor Antonio- ya también fallecida- y en el de mi padre, con ese hermano y he de confesar , que sus últimos sufrimientos – con la respiración cada vez más entrecortada y pausada- antes de expirar, me produjeron una contradictoria, doble sensación por una parte de ver fallecer a tus progenitores, pero también de alivio, porque habían dejado de sufrir y al mismo tiempo, la impotencia de no poder hacer nada en esos trágicos momentos.

Durante ese periodo, vivía con Mayte y mis hijas Natalia y Berta en Sevilla, cuya distancia relativamente cerca de Cádiz y Algeciras me permitía estar con frecuencia en un viaje en coche de hora y media en dichas ciudades.

Dos fotografías de mi madre del álbum familiar s/f

 

 

La dedicatoria en la Biblia
Biblia de Jerusalén

La plegaria de la serenidad

También conocida como la oración de la Serenidad cuya autoría material y origen ha sido muy cuestionada y que los lectores interesados  pueden seguir pinchando en el  anterior link, fue en su momento un mensaje directo que mi madre me envió, cuando ya era perfectamente consciente, que en el corto espacio de tiempo que dura una vida es materialmente imposible “cambiar todas las cosas” y por ello, es necesario aceptar “con sabiduría discernir y diferenciar cuales son susceptibles de cambio y las que no”.

Este elemental principio vital, de puro sentido común, es difícil de aplicar cuando se es joven y con ilusiones y pretensiones de “cambiar el mundo”, sobre todo con una conciencia crítica-radical y (supuestamente) revolucionaria, que lógicamente con el paso del tiempo y la experiencia, va atenuándose en sus planteamientos de fondo y en la forma de exponerlos.

Conclusión

Transcurridos esos cincuenta años del regalo de la Biblia de Jerusalén y la bonita dedicatoria, he decidido dedicarles esta entrada a mis padres, muy especialmente a mi madre – con independencia, a que lógicamente tendré que referirme a ellos dos en otras sucesivas ocasiones.

Habiéndole dedicado las dos ediciones del libro del TOP a mi padre- motivado fundamentalmente para resaltar que nos sentamos juntos en el banquillo de acusados, en un absurdo “consejo de guerra”-celebrado en Algeciras en febrero de 1962-, en el que, él fue condenado y yo absuelto y del que pronto daré a conocer toda la documentación que he podido conseguir sobre el mismo, me parecía una discriminación en el relato de los recuerdos y en el cariño filial respecto a mi madre.

Madrid a 24 de enero de 2024. (47 aniversario del asalto y los cinco asesinatos y los cuatro heridos muy graves de los compañeros del despacho de Abogados de Atocha 55)

Juan José del Águila Torres, exabogado laboralista, ex magistrado de lo social, doctor en derecho, investigador – aflorador

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