Recordándote, Maite
Por Manuela Carmena
Teníamos 5 años. Nuestros padres nos llevaron al mismo colegio. Maite y yo nos hicimos amigas, muy amigas. Una amistad que ha durado una vida. Maite se ha ido. María Teresa García Rodríguez se ha ido. Me cuesta aceptar haber perdido su risa contagiosa, con la que comunicaba su júbilo interior. Haber perdido sus preciosos ojos claros que eran bienvenida de su ternura. Fuimos amigas desde el colegio, desde párvulos. Ambas hicimos el bachillerato de letras y quizás por entonces, en la explosión de la adolescencia, fue cuando forjamos ese núcleo duro de amistad, lazo común que se mantiene a lo largo de los años, a prueba de trayectorias diversas.
Éramos cuatro imprescindibles, Pilar Esteve, Dolores Tormo, Maite y yo misma. Llenas de vida y de audacia, viajamos las cuatro solas con apenas 16 años. Ahí están las fotos en la playa de San Sebastián. Ante el salto a la universidad, Pilar y Dolores se descartaron del grupo. Pilar se casó muy pronto y a Dolores su padre no la dejo ir a la universidad. Maite y yo empezamos Derecho. Nos gustaba caminar y nos lanzamos con entusiasmo a conocer el mundo. Andando, nos hicimos buena parte de Castilla y León. Andábamos todo el día y dormíamos en pensiones. Otra vez, ese afán andarín y de conocer de cerca, nos llevó nada menos que a afrontar el reto de irnos andando desde Madrid, desde nuestras casas, a la estación de esquí de Navacerrada.
Lo nuevo nos atraía. Nos fuimos a Inglaterra, a recoger fresas y a trabajar en la fábrica que las envasaba. Vivió Maite y yo con ella la experiencia única del cansancio físico; la espalda curvada recogiendo aquellas fresas que nos dejaban las manos llenas de un jugo rojo que las irritaba y el estrés del ritmo de las maquinas envasadoras que no nos dejaban pensar. Sin embargo, otros mayores retos nos aguardaban.
Al descubrir la universidad descubrimos también que España nos necesitaba. Maite, como yo y otros muchos jóvenes de aquel tiempo, nos convertimos en estudiantes reivindicativas y luchadoras por la libertad, por el fin del franquismo. Entro ella, y entré yo, en el PC de la universidad.
La universidad de Madrid la expulsó en diciembre de 1.965. Nos expulsaron juntas, dentro de un grupo que consideraron que molestábamos. El rector de la universidad se cansó de reivindicaciones en cualquier situación, de asambleas, periódicos, panfletos… e hizo aquello que suelen hacer los mediocres: reprimir. No se les ocurrió otra cosa que multar a estudiantes con ansias de democracia y expulsarlos de la Universidad de Madrid. De Derecho, fuimos Maite, Carlos del Rio, José María Elizalde, Juanjo del Águila, Angela Cerrillos, Juan Francisco Pla, Melquiades Entrena y yo. Todos acabamos en Valencia. Allí, la universidad nos acogió sin problema. Dirigía entonces la facultad de derecho de Valencia el catedrático de derecho internacional Miaja de la Muela. El edificio era nuevo y era precioso. Casi podríamos decir que lo estrenamos nosotros. Ahora ha dejado de ser la facultad de Derecho.
Maite tuvo conmigo la experiencia de vivir de pensión. Vivir fuera de casa en aquella ciudad que nos sorprendió y conquisto. Recuerdo cómo estudiábamos en las cafeterías, mientras la ciudad vibraba con sus ruidosas tracas festivas que celebraban estruendosas primeras comuniones de niñas vestidas de princesas o de niños vestidos de marinos más o menos ilustres
Ya abogadas, y de vuelta a Madrid, Maite asumió la tarea que se nos hacía ineludible, de apoyar a las nuevas Comisiones Obreras y entrar en los despachos laboralistas que se estaban creando. Allí se enamoró de aquel Juanjo, también exilado en Valencia. Primero fue su pareja y luego su marido. Consiguieron algo que algunos años atrás yo no había conseguido. Aquella fue una de las primeras bodas civiles que se celebraron en España. Eso sí, con un juez indiferente y desatento, padres padrinos de ambos algo desubicados y con algo que completaba la novedad, la presencia de las dos preciosas hijas de los novios, Natalia y Berta, con unos bonitos trajes de fiesta.
Después de unos años, Maite dio un giro y entro en la Administración. Gano la oposición de letrado de la Comunidad de Madrid y ya, desde entonces, ejerció como una funcionaria modelo.
Maite siempre tuvo un gran sentido de la justicia, que se aplicó a sí misma y que también exigió tanto a los suyos como a los demás. La desesperaba constatar la enorme lentitud de la justicia y su demasiada imprevisibilidad.
Ocupó cargos de responsabilidad en Andalucía y se jubiló como pieza imprescindible en el BOE. Creía profundamente en la importancia de lo público. Le desesperaba que se hicieran mal las cosas y su afán por hacerlas bien la llevaba a dedicarles el tiempo que fuera necesario. Hacer las cosas bien era su lema y la exigencia de su honestidad.
La jubilación la devolvió el tiempo que tuvo que desaprovechar en la administración ante el gran esfuerzo de lo bien hecho. La hizo feliz recuperar tiempo y no tener que madrugar. Pero también la hizo feliz disfrutar con el despertar y empaparse de las noticias diarias. Junto a las preciosas vistas desde su casa, estaba al día del mundo. El nuevo tiempo le permitía la sorpresa de su nieto Darío. También le permitía compatibilizar su atención a las vidas de sus dos hijas, Natalia y Berta, con la dedicación apasionada y rigurosa de Juanjo, adelantado en perseguir, y proteger, la memoria que la sociedad necesitaba.
Ese tiempo nuevo también le permitió a Maite aumentar, y ejercitar, su gran amor por el mar. En estos últimos tiempos difíciles, me gustaba escucharla cuando me hablaba de cómo disfrutaba nadando en los mares del sur, que ella tanto amaba. El mar y su tabla de nadar. Perderse en el mar, disfrutar en él.
La enfermedad que se la ha llevado la sorprendió a ella y a todos los que tanto la queríamos. En esos últimos tiempos, ya no podía ser ella misma y disfrutar como siempre de su amada independencia. Nos mantuvo el regalo de su conversación: recuerdos, anécdotas, reflexiones….
Fueron regalos, palabras regalo de esa vida. La vida de María Teresa García Rodríguez, que tuvimos la inmensa suerte de compartir.
Manuela Carmena, gran amiga de Maite
Nota aclaratoria de la presente entrada
Mayte -esposa y compañera de vida- desde septiembre de 1971- hace cerca de cincuenta y cuatro años -falleció a las 8.30h de la mañana del pasado 27 de marzo, tras su última hospitalización dos días antes en la Clínica Beata María Ana, Fundación Hospitalaria de Madrid, le acompañaban en esos tristes momentos, nuestras dos hijas Natalia y Berta.
Por razones, que espero y deseo sepan comprender los lectores del blog -muy especialmente los de fuera de esta capital- desde finales del pasado enero no se ha publicado ninguna entrada al blog, dado que todas mis fuerzas y energías vitales fueron dedicadas a ella exclusivamente, dadas las claras y contundentes razones clínicas y médicas, de los especialistas y particularmente los oncólogos que ya presagiaban el desenlace.
La combatiente y siempre solidaria -para nosotros Manola Carmena- acudió, en los últimos meses, reiteradas veces a nuestro domicilio para echar un “rato de charla” con Mayte. Estas y otras visitas de amigas y compañeras, así como las reiteradas llamadas de “toda la panda de Saconia” fueron la mejor terapia que recibió.
Manola que se encontraba en Barcelona, volvió en la tarde -noche del 26 de marzo para estar presente conmigo y Mayte- junto a mi hija Berta, Marilí, Maruja, Mae en los siempre tristes momentos preagónicos.
Manola aceptó desde el primer momento mi sugerencia y propuesta, que fuera ella, la que escribiera unas notas recordatorias de Mayte, para publicarlas en el blog y así romper con el voluntario cese en las entradas mensuales.
Transcurrido algo más de un mes del fallecimiento, se publica este precioso Recordándote, Maite.
Mi deseo y voluntad -como creo me aconsejaría ella y reiteran mis hijas y amistades- es que vuelva a una relativa situación de “normalidad”, en todas las facetas en el ya escaso tiempo de mi periplo vital. Acababa de cumplir yo ochenta y dos años, unos días antes de su fallecimiento.
Madrid a 4 de mayo del 2025
Juan José del Aguila Torres, exabogado laboralista, exmagistrado de lo social, doctor en derecho y aflorador